Alejandra Mettler
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La Bandera revisitada

19 Junio 2010

Bandera es infancia. Veredas anchas y delantales blancos almidonados, tableados; de zapatos lustrosos y de buen peinado. De moños y guillerminas; de calzados con cordones, bandoleros, o gomicuer. La patria es la infancia, es ese dibujo a lápiz negro coloreado y rellenado sin salirse de los bordes contorneados. Este rectángulo horizontal, apaisado como la pampa, condensa territorio y pertenencia, se esté donde se esté; verla flamear alta, nunca irreconocible a pesar de su diverso color, opaco a veces, tristón otros, se yergue tanto en la escuelita de frontera como en una escuelita en La Habana que lleva el nombre de nuestra Patria. En el exterior, cuando una la reconoce, flameante en una Bienal, en un Museo, en un Festival o en un Estadio, porque un artista argentino está incluido en una muestra, en una película o en el deporte, somos nosotros.

 

Somos un todo compendiado y sintetizado en esa superficie plana. Bien saben de ello los manteros en plena peatonal Perú extendiéndose hacia Florida en Buenos Aires para mi deleite; lo recomiendo, un baño de banderas y banderitas, una creatividad sin límites, soportes, artículos, cajas, baratijas que deslumbran al más apurado peatón. Representación, unidad, recorte emblemático como la muestran las imágenes que ilustran estas páginas

 

Tranquera

 

En la obra de Alejandra Mettler, hecha tranquera, o tranquera hecha bandera incluye al campo, marca territorio, impone presencia, delimita, corta el paisaje, marca la cancha, testimonia. Interrumpe el espacio natural, lo interviene, lo apropia.

 

La estructura ya existente se convierte en bastidor, en esqueleto, quedando al desnudo y en evidencia los agujeros o intersticios que permiten a la mirada inmiscuirse para seguir viendo tras ellos. Interior y exterior, lo propio y lo ajeno, el adentro y el afuera, eso es bandera. Señal de presencia; de pertenencia. De puerta pintada, de frente de casa, en ese exterior infinito solo existe esa tranca de madera como única entrada, centrada en lo formal, frontal y cerrada. La vista se regocija en ese campo compositivo simple, contundente y exacto. Entrada a lo que acontece, a lo propio. Es el límite. El anclaje; es acá o allá, el lejos siempre un horizonte interactuado para la obra de Mettler.  ¿Qué nos espera?; ¿quién nos aguarda? Ninguna certeza.

 

 

En el marco de la crisis del 2001, Alejandra Mettler elige la tranquera para representar la puerta de entrada hacia una tierra rica en recursos naturales. Frente a un contexto de preocupación e incertidumbre, pinta sobre ella la bandera, y pone en evidencia la contradicción y el sinsentido.

 

 

Nora Iniesta

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